Realmente Escuchas Cuando Conversa

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Rafael Echeverría autor de Ontología del Lenguaje, señala:

A un nivel muy general hemos sostenido que la escucha es una de las competencias más importantes en un ser humano. En función de la escucha, construimos nuestras relaciones personales, interpretamos la vida, nos proyectamos hacia el futuro y definimos nuestra capacidad de aprendizaje y de transformación del mundo. Ella juega un papel determinante tanto en nuestra capacidad de encontrar satisfacción en la vida como de asegurar altos niveles de efectividad en nuestro actuar”.

En todos los ámbitos de la vida todos hablamos con el fin de ser escuchados. Si esta escucha no ocurre, entonces nos sentimos frustrados porque el hecho de hablar ha sido inútil. Sin embargo, no podríamos concluir tan rápidamente que el problema es el otro (o los otros) que no saben escucharnos. Habitualmente, esta falta de escucha efectiva es recíproca; es decir, quienes no se sienten escuchados probablemente tampoco escuchan a los demás. De esta forma, el problema no está ni en uno ni en otro, sino en la relación. Pero esto no lo contemplamos habitualmente y entonces vamos por la vida sintiéndonos ignorados y creyendo que a nadie le importa lo que tenemos que decir.

La escucha no es una acción pasiva

Escuchar es el acto voluntario mediante el cual prestamos atención deliberada a los sonidos que percibimos.
Aunque oír e interpretar tampoco es suficiente. Hay factores fundamentales como la postura corporal, la gestualidad, los movimientos de las manos y del resto del cuerpo, el patrón de respiración, que señalan que lo que escuchamos -a través de la corporalidad– puede reafirmar o contradecir nuestra lingüística. Es decir, escuchamos con todos nuestros sentidos y cada elemento percibido incide en la interpretación que realizamos. La fórmula que plantea Rafael Echeverría es: “escuchar = percibir + interpretar”.

Efectivamente, cuando somos capaces de conectar la escucha con la interpretación nos resulta más simple comprender el fenómeno de escuchar. En cierta forma, toda interpretación la hacemos desde nuestra historia personal, desde la historia de la comunidad a la que pertenecemos y en la que hemos crecido. Entonces, escuchamos desde nuestras expectativas y desde nuestras especulaciones sobre los que debería o podría pasar. Es decir, cada uno de nosotros representa una unidad, y así, cada uno hará una interpretación que nunca será idéntica a la que haga cualquier otro, aunque haya escuchado el mismo discurso y/o aunque haya presenciado el mismo evento.

¿Nos escuchamos realmente o existen “brechas” insalvables en la escucha?

Veamos. Muchas veces hablamos y no nos estamos escuchando realmente el uno al otro. Una brecha es lo que se produce entre la expectativa de una conversación y su desarrollo. Esto significa que la dimensión de la brecha no es siempre igual y puede aumentar o reducirse durante la misma conversación. No obstante, existen algunas técnicas que nos permiten paliarlas; por ejemplo:

  1. Verificar las escucha.

Que alguien diga algo, no significa que el otro lo interprete tal y como ese alguien entiende que debería interpretarlo. Para achicar esta brecha lo aconsejable es verificar, independientemente de si estamos en posición de oradores o de oyentes. Quiero decir, como oradores tendremos la posibilidad de acceder a la interpretación de lo que hemos dicho; como oyentes, la verificación de la escucha es oportuna cuando no estamos seguros de entender y cuando estamos seguros de haberlo entendido.

  1. Compartir inquietudes.

Una acción se lleva a cabo para atender una inquietud y es lo que le da sentido. Es decir, siempre que hablamos lo hacemos para hacernos cargo de algo que nos inquieta. Sin embargo, cuando el orador no hace explícita esa inquietud, estaría bien que preguntáramos por ella. El hecho es que una vez que conocemos esa inquietud nos es posible comprender mejor el mensaje, evaluar si aquello que se nos ha dicho representa la mejor manera de responder a su propia inquietud e, incluso, evaluar si la consideramos válida. Es fundamental para aclarar las posturas dentro de una conversación, sobre todo si hablamos de reducir brechas, focalizar la conversación en los puntos comunes y no en los que nos dividen.

  1. Indagar.

Nuestra interpretación depende del observador que somos y por esto la indagación es fundamental. Cuando indagamos, hablamos para escuchar mejor y para que el otro nos hable más. Si estimamos que quien nos habla nos ha dicho algo ambiguo o si creemos que frente a lo que ha dicho caben distintas interpretaciones, podemos resolverlo indagando. El objetivo es siempre asegurar que la interpretación que surge de nuestra escucha disponga de todos los elementos para que esa brecha sea lo más pequeña posible.

La importancia de verificar, compartir inquietudes e indagar, si lo llevamos al ámbito profesional, es fundamental para todos y cada uno de los procesos que transcurren en la empresa.

Cuando achicamos la brecha estamos en una mejor posición para solucionar conflictos, diseñar planes estratégicos, debatir, negociar, definir responsabilidades y también, y sobre todo, para crear una convivencia diaria más saludable y enriquecedora. Por supuesto, los mismo sucede en el resto de los entornos y relaciones.

Moisés Cordovero, uno de los grandes maestros de la Cábala, decía: “El secreto del escuchar sublime es saber escuchar el bien”. Es profundizando en esta reflexión que Rafael Echeverría concluye: “Sin la aceptación del otro como diferente, legítimo y autónomo, el escuchar no puede ocurrir. Si ello no está presente sólo podemos proyectar en los otros nuestra propia manera de ser. En vez de hacer eso, cuando escuchamos nos colocamos en la disposición de aceptar la posibilidad de que existan otras formas de ser, diferentes de la nuestra”.

Fuente: Maria Casamento

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